Entre el dogmatismo y el irracionalismo: Kant y el conocimiento acerca de lo suprasensible
«La razón humana tiene el destino singular […], de hallarse acosada por cuestiones que no puede rechazar por ser planteadas por la misma naturaleza de la razón, pero a las que tampoco puede responder por sobrepasar todas sus facultades» (Kant, Crítica de la razón pura, A VII)
A finales del siglo XVIII estalla en Prusia una de las discusiones más importantes de la Modernidad tanto a nivel filosófico como a nivel político e histórico. Me estoy refiriendo a la conocida como Pantheismusstreit (polémica del panteísmo) o Spinozistmusstreit (polémica del spinozismo). La importancia de esta pugna radica en que en ella se enfrenta una serie de valores ilustrados que entendían que el conocimiento racional puede alcanzarlo todo, con unos valores recelosos de los triunfos ilustrados que entendían la fe revelada como la única posibilidad de comprender verdaderamente qué es Dios y el mundo.
Es en este escenario que da comienzo en 1783 un intercambio epistolar entre los filósofos Moses Mendelssohn y Friedrich Heinrich Jacobi. En sus cartas, los filósofos discutían acerca del supuesto spinozismo de Lessing, quien era uno de los filósofos ilustrados más importantes de Prusia en aquel momento. Aunque en primera instancia pudiera parecer que la disputa versaba sobre el supuesto spinozismo de Lessing, la realidad es que este tema fue la excusa para que se discutieran ideas de un calado mucho más profundo. Así las cosas, hacer explícito el supuesto spinozismo de Lessing implicaba relacionar ilustración y razón con Spinoza, lo cual acarreaba numerosos peligros, ya que el spinozismo era considerado en la época una ideología que atentaba tanto contra la fe como contra los valores religiosos y civiles.
Este contexto nos permite entender que la pugna a nivel político entre los defensores del Antiguo Régimen y los defensores de la Ilustración se presenta a nivel filosófico como un debate acerca de si se pueden conocer objetivamente las cosas que van más allá de nuestra experiencia (como pensaba Mendelssohn), o si, por el contrario, el conocimiento de Dios y de lo suprasensible está limitado a la intuición subjetiva que vislumbra la verdad revelada por la fe (posición adoptada por Jacobi). Tras la muerte de Mendelssohn en 1786, Kant se ve obligado a participar en la discusión mediante la publicación del texto Was heisst: sich im Denken orientieren? (¿Cómo orientarse en el pensamiento?).
Kant escribe este texto con el ánimo de defender su propio sistema filosófico de las numerosas tergiversaciones que había sufrido tanto por parte de Jacobi como de Mendelssohn. De igual forma, también pretende diferenciar su filosofía trascendental del pensamiento spinozista, así como de la tradición leibniziano-wolffiana (que en el momento tenía como defensor principal a Mendelssohn). En este sentido, la redacción del texto está marcada por una pregunta clara, a saber, qué debemos hacer cuando «partiendo de los objetos conocidos por la experiencia, la razón quiere ir más allá de todos los límites de la experiencia». A esta pregunta Kant responde a partir de una crítica a los dos protagonistas de la polémica.
En primer lugar, la crítica de Kant a Mendelssohn expresa que este no puede salir del pensamiento dogmático, bajo el supuesto ilícito de que la razón puede demostrar por sí sola aquellos principios que van más allá de nuestra experiencia. Contrariamente a esta posición, Kant entiende que la labor de la filosofía, más que intentar comprender lo suprasensible, debe centrarse en identificar cuáles son los límites del conocimiento humano, así como limitarse a operar en base a estos límites.
Por otro lado, la crítica de Kant a Jacobi pasa por señalar que del hecho de que no podamos conocer lo suprasensible racionalmente no se sigue de ninguna manera que debamos renunciar a la inclinación natural de la razón humana de intentar conocerlo. Por el contrario, renunciar a esta inclinación nos impide guiarnos en el ámbito de la razón práctica (en tanto que no nos permite concebir un fin en el mundo que guíe nuestras máximas morales, haciéndonos caer en el nihilismo). Esto nos conduce en última instancia hacia el delirio irracionalista, que se centra en la creencia y la emoción, y deja de lado cualquier articulación intelectual crítica.
Queda claro que las filosofías de Mendelssohn y Jacobi nos impiden responder de manera certera a la cuestión de cómo orientarnos en los aspectos que van más allá del conocimiento sensible. Esto deriva necesariamente en la incapacidad de llevar a cabo un examen certero acerca de los límites y posibilidades de nuestro conocimiento. Las execrables consecuencias de este hecho son bien expuestas por Kant al final del texto:
«¡Amigos del género humano y de lo que es más sagrado de este género! Ya se trate de hechos, ya se trate de fundamentos racionales: admitir lo que os parezca más auténtico después de un examen cuidadoso y sincero. Pero no neguéis a la razón lo que hace de ella el bien supremo sobre la Tierra, el privilegio de ser la última piedra de toque de la verdad. Si no, indignos de esa libertad, la perderéis y arrastraréis en esta desgracia a vuestros semejantes que son inocentes y estarían seguramente dispuestos a servirse legalmente de esa libertad y, así, usarla con el fin del bien de la humanidad.»
María José López Muñoz